En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

jueves, 5 de marzo de 2015

Gracias




     Cuando asomé la nariz al mundillo literario y husmeé por Internet, la mayoría de los autores se quejaban de que sus editoriales apenas hacían nada por promocionar sus novelas. Los pocos editores no hastiados del tema les replicaban que no salía rentable. Ni siquiera las grandes editoriales -todas parte de grupos de comunicación-, publicitan más que una ínfima parte de su catálogo. En resumen, unos querían y otros no hacían por lo mismo: su propio interés.

     Son asuntos que olvidé pronto, pero que estos días han vuelto a mi cabeza a cuenta de su contraste con la presentación en Valencia de La sota de bastos jugando al béisbol. Presentación posible, de principio a fin, merced a la generosidad y el desinterés de un buen número de personas que han confiado en la novela y han tenido a bien aportar su trabajo y su ilusión en la difícil y sacrificada tarea de que una novela llegue a un puñado adicional de lectores.

     Y de ahí esta entrada: para dar continuidad al sentido de su amabilidad, de su generoso trabajo y, sobre todo, para darles las gracias.


     Gracias a María Vicenta Porcar, buena organizadora donde las haya, porque en un mundo donde casi todos dan tanta importancia a lo principal que olvidan los detalles, sabe que lo principal son los detalles porque el resto va de suyo. Y los detalles son valiosos porque exigen un tiempo que a pocas personas les sobra, y desde luego no a ella.


     A la escritora Elena Casero, con quien por desgracia apenas pude hablar para agradecerle todo lo que dijo de mis novelas. Leer un libro lleva horas. Valorarlo, resumirlo, contar sin desentrañar y dar la cara en público exige mucho más. Y si encima se hace con su talento, gracia y buen humor, ¿qué puedo añadir?


     A Voro Guzmán y Carmen Rochina, los magníficos actores que dieron vida a Ajonio Trepileto, a Danuta, a una viejecita pecadora y a un aturdido camarero. Ambos fueron los principales responsables de que los asistentes rieran, y algunos no poco. ¿Qué voy a decir de su importancia? Para una novela de humor la diferencia entre la abulia y la sonrisa es lo que determina el éxito o el fracaso.


     A Celia Corrons, que sacrificó algo más que su tiempo para estar allí. Aceptó ingenuamente el desafío de sacarme bien en una sola de las muchas fotografías que hizo (pobrecilla) y me “investigó musicalmente” sin yo saberlo, amén de ser la responsable del vídeo que encabeza este artículo, de las fotografías que aquí se pueden ver y, unos días antes, de haber hecho otro vídeo para poner en Facebook la entrevista que meses atrás me había hecho en Huesca Marta Querol para el programa de radio Pegando la Hebra.


     A Elga Reátegui, que si bien no estuvo en la presentación al día siguiente tuvo la amabilidad de desplazarse y hacerme una entrevista para el programa Momentos de su canal de Youtube, y a quien fue un placer conocer.


     Y dejo para el final, por aquello de la confianza, a Marta Querol, escritora y amiga extraordinaria, fuera de lo común. Por eso habló de mí: por cómo me conoce. Siempre se ha alegrado de mis éxitos más que yo mismo, y me ha animado y confiado en mí sin descanso. Juntos hemos vivido mucho y bueno. Incluida esta inolvidable presentación.

     En algún momento de estos días en Valencia me preguntaron si me siento identificado con Ajonio Trepileto. Respondí que sí, porque todos somos perdedores, porque a todos, al final, la vida se nos lleva por delante. No dije, porque en ese momento no se me ocurrió, que siendo eso inevitable quizá lo importante sea que la vida se nos lleve por delante en buena compañía. Como la que Ajonio ha tenido en Valencia con todas estas personas a quienes tanto echa ya de menos. Por eso Ajonio es un perdedor: porque a lo largo de su vida todo cuanto de bueno le ha salido al paso ha terminado escurriéndosele entre sus torpes dedos. Ojalá alguna vez sea capaz de retener algo. De parte de Ajonio, gracias a todos.