En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

lunes, 15 de enero de 2018

Carlota Fainberg – Antonio Muñoz Molina




          Un emigrante español en Estados Unidos, profesor universitario aspirante a una plaza fija, nos cuenta en primera persona que se ha quedado retenido en el aeropuerto de Pittsburgh a causa de una nevada, cuando se dirigía a Buenos Aires a hacer méritos en un congreso literario. Le agrada la soledad y la busca, y le incomoda la presencia de otras personas, en especial las que no respetan su soledad; pero también, de algún modo, es una persona insegura, como si esa soledad fuera no solo elección sino también defensa, como si la soledad, además, le hiciera consciente de sus limitaciones con los demás.

          Mientras espera, comienza a darle palique otro español: un tipo que recorre el mundo buscando hoteles para comprar, el cual le cuenta su historia y, singularmente, la aventura sexual vivida en un otrora lujoso hotel porteño devenido en templo de la decadencia. Al principio la conversación forzosa –o más bien el soliloquio del desconocido- le resulta molesta al protagonista, pero pronto se deja atrapar por ella.

          ¿Y qué le cuenta el extraño? Su vida y una aventura de apenas un par de días con una mujer. Una aventura que no ha podido olvidar y que ha marcado su vida para siempre, porque, como leí hace tiempo en la contraportada de una novela famosa, a veces unas horas valen por toda una vida.

          Esto es lo principal, lo que más se disfruta por cómo es contado, por las observaciones del protagonista acerca de su interlocutor, por sus reacciones ante él y ante su historia. No concluye aquí la novela. Hay más: el protagonista llega a Buenos Aires, vive una experiencia singular, extraña, que dota a lo sucedido hasta entonces de un sentido diferente (y que permite coquetear con un género al que la novela hasta ese instante no pertenecía), y concluye con su regreso a casa donde le espera una sorpresita que sabrá quien lea esta breve y buena novela, y que termina de situar al narrador en su justo término: más un pobre diablo que un triunfador.

          Este giro al que me refiero es algo más que una forma de resolver la novela. Es situar la memoria de aquello a lo que una vez amamos intensamente -o nos sedujo intensamente- en un plano de irrealidad que lo dota de algo muy real: la permanencia y el modo en que, a través de ella, condiciona para siempre nuestra vida, pues, más que lo que hacemos, somos lo que recordamos.

          Magníficamente escrita, en el tono introspectivo lógico habida cuenta de que el tímido protagonista está haciendo una suerte de confesión y reflexión, hay intercaladas numerosas expresiones en inglés para significar, por una parte, la peculiar integración del personaje en su mundo de acogida y, por otra, cierta conciencia de diferencia tanto en el mundo en el que vive como respecto al mundo del que procede.

           Una lectura breve y de calidad que reivindica, como hace Muñoz Molina al principio, la excelencia y el prestigio de la novela corta.


lunes, 8 de enero de 2018

El invierno más largo – Cecilia Ekbäck



                
                El título original de esta muy buena novela es Wolf winter, Invierno lobo. Si lo vais a leer, recordadlo y lo agradeceréis.

                El invierno más largo transcurre en un lugar remoto de la Suecia del siglo XVIII, lo cual no hace de ella una novela histórica pero sí, por su argumento y el entorno en que se desarrolla, una historia de intriga que combina elementos negros y sobrenaturales en dosis tan equilibradas que no mengua la sensación de realismo, lo cual dice mucho a favor de la autora.

Cecilia Ekbäck
                Está escrita con solidez, creando desde la nada un mundo completo que envuelve al lector; el mundo de unos pocos colonos de origen sueco y finlandés desperdigados en torno a una montaña en cuyos alrededores se han producido a lo largo de los años varias desapariciones. El carácter maligno que parece acompañar a la montaña, unido al anual paso de los lapones, un pueblo recientemente cristianizado sobre el que existen dudas de que haya renunciado a sus creencias (tan vinculadas a la brujería en el imaginario cristiano), se une al aislamiento que implica la llegada del invierno. Un invierno salvaje, durísimo, de noche perpetua, donde el primer reto, pero no el mayor, es ser capaz de acumular las provisiones necesarias para sobrevivir.

                A ese crudo invierno se enfrenta por primera vez en su vida, y desde la inexperiencia, la protagonista de la historia: una mujer, Maija, que en compañía de sus hijas –una pequeña y otra adolescente- y su marido, se han instalado en la vieja granja que abandonó un pariente. El marido, Paavo, regresa a la costa para intentar ganar algo de dinero y, también, huyendo de sus fobias, con lo que las tres mujeres deben afrontar solas un invierno cuya dureza apenas sospechan.

                Algo más afrontan: la muerte de uno de los colonos, no tanto porque les vaya algo en ello como por el irrefrenable apetito de Maija por averiguar la verdad; es decir, quién lo mató. Los obstáculos, las resistencias, los avances en su limitada investigación están repartidos de forma tan hábil que no solo se mantiene el interés hasta el mismo final sino que, a diferencia de otros muchos libros de intriga, no hay ningún burdo intento de jugar al despiste con el lector para poder luego sorprenderlo.


          Pero cuál sea la trama en sí, es lo de menos. Quedaos con que es muy interesante. Lo en verdad importante es que, como en todo buen libro, lo mejor no es el destino sino el trayecto, y Cecilia Ekbäck tiene oficio: la novela avanza de forma lenta pero inexorable a un ritmo constante; lentitud, por otra parte, exigida por el libro; desciende a los detalles necesarios para recrear con realismo un mundo por completo nuevo para el lector, el número de personajes secundarios de interés es notable, especialmente el sacerdote, y en las relaciones entre ellos se vislumbran a partir de pequeños detalles muchas otras historias, anhelos y sentimientos no detallados pero que el lector experimenta con la misma fuerza, o más, que si se relataran. El paso del tiempo, además, hace evolucionar las relaciones entre personajes, lo cual ocurre de un modo tan natural que el lector cree ser un observador privilegiado; especialmente reseñables son las relaciones con el sacerdote, las de Maija con su hija mayor y las de esta última consigo misma en el proceso de pasar de niña a adulta. Como además todos los personajes tienen un pasado y algunos ambiciones, el aislamiento impuesto por el invierno es solo físico; las relaciones entre personajes y la necesidad de conocerlos es el modo que ha encontrado de autora de hacernos viajar unos años en el tiempo, a otras circunstancias y a otros entornos, y todo en medio de la nieve y de un frío que puede ser mortal.

            


martes, 2 de enero de 2018

Allegro ma non troppo - Carlo M. Cipolla




                El italiano Carlo M. Cipolla (1922-2000) es uno de los grandes historiadores del siglo XX. Su especialidad fue la historia económica. Sus trabajos le llevaron a ser catedrático de la universidad norteamericana de Berkeley, y en 1995 recibió el Premio Balzan (que, entre otros, han recibido la madre Teresa de Calcuta, Borges, Jean Piaget o Norberto Bobbio).

                Sin embargo, la mayoría de las personas lo conocen en España por un pequeño librito humorístico o, más bien, inteligentemente humorístico: Allegro ma non troppo, que contiene dos «ensayos» con dos únicos puntos en común: el humor y cómo la estupidez puede servir para justificar cualquier cosa.

                El primero, El papel de las especias (y de la pimienta en particular) en el desarrollo económico de la Edad Media, es un divertidísimo ejercicio histórico en que el se «demuestra» cómo la pimienta fue tan esencial para la caída del Imperio Romano como para explicar la Edad Media y alumbrar después el Renacimiento. La pimienta o el pimiento, porque la gracia de este pequeño trabajo consiste en demostrar cómo cualquier disparate puede ser explicado desde un punto de vista aparentemente racional. Especialmente divertidas son las numerosas puyas al trabajo poco riguroso de otros historiadores.

                El segundo trabajo es el más conocido: Las leyes fundamentales de la estupidez humana parten de la definición de estúpido como aquella persona cuya acción causa a los demás un perjuicio y a él ningún beneficio o incluso también un perjuicio.

                Sobre la base de que nuestras acciones causan beneficios o perjuicios a los demás y a nosotros mismos, Cipolla hace un análisis económico básico, sumamente divertido, valiéndose de un sencillo gráfico. En él podemos situar a las personas inteligentes, malvadas, ingenuas y estúpidas y, ni que decir tiene, como la economía es cuestión de equilibrios, hasta podemos establecer el ideal de inteligencia, maldad, ingenuidad y estupidez, amén de ver cómo cualquier persona calificada de una de esas maneras tiende a acercarse peligrosamente a alguno de los otros grupos, porque un malvado puede ser inteligente o estúpido, y un inteligente puede ser malvado o ingenuo.

                La conclusión es que la dinámica del mundo está dominada por los estúpidos. La razón es la subestimación de su número y, también, de su potencial destructor. Y es que el estúpido causa daños sin pretenderlo y, lo que es peor, de un modo irracional, por lo que es imposible prever y combatir la estupidez, a diferencia de lo que ocurre con el resto de conductas, que se sabe por qué están animadas. El estúpido es lo peor que le puede pasar a la sociedad, porque siempre resta bienestar al conjunto. Siempre. Algo que no ocurre ni con el malvado (el cual compensa en todo o en parte el daño que causa con el beneficio que obtiene).

               Lo cierto es que tras leer este pequeño divertimento y echar un vistazo a las burradas que hemos vivido en el recién terminado 2017, es imposible no pensar que, en el fondo, Cipolla tiene mucho de razón, y que lo que mueve el mundo, desde la historia de las sociedades hasta la vida de cada uno de nosotros, es más la estupidez que la racionalidad. Pero que la idea nos haga sonreír no significa que sea baladí: ni un solo hecho histórico o personal se explica completamente con los postulados de la teoría económica clásica, ni incluyendo el modelo posterior de las expectativas racionales. El error, la estupidez, condiciona de tal manera la realidad que en modo en que la irracionalidad afecta a la toma de decisiones es ahora un asunto de moda en el análisis económico. Allegro ma non troppo, publicada en 1988, es toda una colleja a la teoría económica de aquella época para advertir «eh, que el camino es este». Aunque para lo que ha de servir si la teoría es cierta...