En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

lunes, 30 de abril de 2018

Ordesa - Manuel Vilas




                 Me estrené en el mundillo literario en la Feria del Libro de Huesca de 2011, tan solo un día o dos después de que saliera a la venta mi primera novela. Allí coincidí con Manuel Vilas, ya por entonces con un prestigio que luego ha seguido creciendo. No se acordará de mí porque, aparte de saludar, echar un vistazo a la portada de mi novela y a continuación echarme una silenciosa mirada para identificar en mí alguna rareza que explicara el título, se largó enseguida junto a Benjamín Prado. Hola y adiós. Mera cortesía. Yo me acuerdo perfectamente de él porque, con la voracidad del novato alimentada por la euforia de estar firmando más ejemplares de los que jamás he vuelto a firmar en una sola jornada, tragaba las sensaciones sin dejar ni una. Pocos días después volvimos a coincidir en la feria de Zaragoza, donde al pasar me echó un vistazo con cara de «este tipo me suena», mientras que yo, que seguía y sigo siendo un novato, sabía que aquel otro tipo que así me había mirado era Manuel Vilas.

                Estas coincidencias, unidas a lo fácil que me resulta reconocer muchas de las cosas que cuenta sobre Barbastro, Zaragoza y, por supuesto, Ordesa, han hecho que en los últimos años haya prestado bastante interés a sus andanzas y a sus libros. Ya he leído varios. El último, Ordesa, he deseado leerlo desde que supe de su publicación. Ya lo he hecho. Y cómo lo he disfrutado.

                Leedlo.

                Alegra encontrar en las listas de libros más vendidos una obra como Ordesa, la exposición de los sentimientos del narrador al hilo de la muerte de sus padres –en especial, de su padre-, que surgen de los recuerdos y a la vez los provocan; esos sentimientos se mezclan con las reflexiones buscando explicación a los propios actos y omisiones (que a menudo nos definen mejor que las acciones), al tiempo que vamos conociendo a Vilas y, de paso, algunas de sus andanzas vitales: aspiraciones, frustraciones, divorcio, relación con sus hijos... Avanzando sin avanzar porque la vida es un lío donde lo único que va hacia adelante –pero solo a través del tiempo- es nuestra permanente confusión, el deseo de entender algo. La vida es una acumulación de errores en cuyo repaso tratamos de encontrar la explicación a toda frustración y, cuando no lo conseguimos, continuamos remontándonos más allá, hasta los orígenes, hasta nuestros padres, como si en quienes nos dieron la vida pudiéramos encontrar la explicación de qué debemos y podemos hacer con ella. Todo contado en capítulos breves, con gran dominio de la prosa y con una visión poética de la existencia y la literatura. Ordesa tiene algo de canto, pero también de crítica a la renuncia a encontrar sentido a las cosas y, paradójicamente, también de lamento ante la imposibilidad de encontrárselo. Sin embargo, el tono tiene algo de humorístico por el modo en que el narrador se observa desde una distancia que le permite a la vez juzgarse y quererse; e incluso tiene algunos pasajes verdaderamente divertidos: es imposible leer en voz alta sin reírse –por la razón que tiene y lo que significa tenerla- el fragmento sobre el «tu» y el «tú».

            En Ordesa hay una prosa poética llena de imágenes y asociaciones, una historia doblemente humana por lo que trata y por el modo, entre poético y con un punto de humor, en el que se refugia escribiendo de ese destino tan complicado de entender; hay también un estilo singular en la expresión y en la estructura y, sobre todo, Ordesa rezuma libertad. Libertad para escribir lo que se ha querido y como se ha querido. Un gran libro que, pese a ser tan distinto de cuantos comparten con él las listas de los más vendidos, se lee con parecida facilidad aunque enriquece mucho más.

                Insisto: leedlo. 



martes, 24 de abril de 2018

El buscador de guacas – Luisa González





     Una guaca es un tesoro oculto.

     Y buscador de guacas cree ser Leonel Pereira cuando aparece buscando trabajo en las obras ferroviarias de El Salado –que la autora sitúa en Jaén- a caballo entre el siglo XIX y el XX. Aunque, antes de que Leonel llegue y se prende de la dueña de la taberna, Luisa González nos cuenta con maestría la historia del dueño y fundador de Espartos del Peral y de su familia: un hábil empresario que alcanzó la prosperidad innovando, arriesgando y trabajando con conocimiento e inteligencia; atrajo numeroso personal para, desde la prosperidad, irse a la ruina cuando la construcción de un puente para una línea ferroviaria le birló los trabajadores ofreciendo salarios más altos.

     Y es que la historia es, en realidad, la de Aurelio del Peral, su esposa Narcisa Pozueta, Ama, la criada y amante de Aurelio, y las tres hijas del matrimonio, en especial de la mayor, Plácida, y la pequeña, Humbelina, nacida con una malformación que ha llevado a sus padres a ocultarla a la espera de poder operarla, y que da al libro y a su final un hermoso toque que enlaza con el realismo mágico y que, a la vez, poco antes permite dar sentido adicional a la búsqueda de la guaca.

     Sin embargo, en sentido estricto la búsqueda es otra: las fiebres tifoideas arrasan El Salado y Plácida se ve en la tesitura de encontrar, so pena de todo tipo de penurias, los ahorros que supone que sus padres conservaban. Así es como se cruza su vida con la de Leonel. Y cuántas guacas se pueden encontrar. También él cree haber encontrado alguna. Pero desde los tesoros al amor, tras cada guaca siempre acecha una ruina.

     Una obra breve y muy bien escrita, con gran calidad, con un vocabulario rico y con el estilo austero de algunos de los grandes de la literatura española. Una novela con cierto aroma a Delibes. Un gran libro.


martes, 17 de abril de 2018

El peor de los enemigos – Veit Heinichen




     Tenía un poco olvidado a Proteo Laurenti, el comisario de Trieste, porque las sagas de éxito acaban replicándose a sí mismas y oscilando entre el empobrecimiento y el más de lo mismo, aunque esto último no es malo si la literatura es buena. Algo parecido debe de pensar Veit Heinichen, porque no ha querido abusar del personaje, no vaya a resultar que El peor de los enemigos de Laurenti acabe siendo su autor, y por eso el peor de los enemigos de esta novela no lo es del comisario y por eso, también, Laurenti cede el protagonismo a «los malos» e incluso lo tiene muy limitado en la investigación.

     La novela parte de dos hechos aparentemente independientes que implican líneas de investigación distintas encomendadas a órganos diferentes, pero que enseguida se ve que guardan algún tipo de relación, pese a cierto intento de despiste por parte del autor: la explosión de un avión privado en la que muere un potentado beodo y el robo de una enorme cantidad de oro en un espectacular atraco.

      Heinichen se centra en el relato de los hechos y en la huída de los implicados. Como siempre, la abundancia de fronteras es relevante en la trama, como también son abundantes las explicaciones acerca de hechos históricos del siglo XX que explican fronteras y situaciones; en este caso, adquiere cierta relevancia el nacionalismo en el Tirol del sur. Hay otros aspectos también recurrentes: la presencia de gente con mucho dinero y un elevadísimo nivel de vida –por supuesto sobrados de influencia, tejemanejes y pasado no muy limpio- y algún que otro personaje que ronda a su alrededor a la espera de pescar en un río que, si no baja revuelto, siempre puede revolverse.

     Del lado de «los buenos», Laurenti cede una parte considerable del protagonismo a la despampanante y más que temperamental comisaria de una población cercana, ampliando así el universo de personajes que deben dar juego a la saga, pero sin descuidar el toque doméstico y los pequeños papeles de Pina y la fiscal croata, como para que el lector no se olvide de ellas. 

     En resumen: otra buena novela de Heinichen que no sorprenderá a quienes han leído las anteriores, y en la que se agradece el leve cambio de perspectiva necesario para no aborrecer a un personaje por saturación.


miércoles, 11 de abril de 2018

Indicios de hipo – Philip Hensher





     En 1922 Charles Osborne, nacido en 1894 y muerto en 1991, sufrió un ataque de hipo que no terminó hasta 1990. Seguramente hubiera preferido no entrar en el Libro Guiness de los Récords. O, al menos, no así.

     John Carrington joven «indexador» ingles (sí, un tipo que se gana la vida haciendo índices) se encuentra una buena mañana con que su esposa lo ha abandonado y que, a falta de mejor lugar donde irse, se ha largado a dar la vuelta al mundo. Al pobre diablo el soponcio le provoca un ataque de hipo que amenaza con emular al de Charles Orborne.

     La situación le da pie a reflexionar sobre sí mismo: John se considera un tipo de lo más normal y razonable, a esa conclusión llega tras la explicación de sus pintorescas costumbres, aunque, según lo va conociendo, al lector no se lo parece tanto. El abandono de su esposa también le permite a John buscar una nueva vida en la que, amén de acabar con la casa como una cuadra, contacta con algunas personas más o menos estrafalarias, lo cual no solo podría haber dado más de sí, sino que, dada la evolución de la novela, parecen encuentros un tanto forzados y que nada aportan. Durante un buen número de páginas la novela parece navegar con poco ritmo hacia esas aguas, mecida por un humor suave, levemente irónico, procedente de la diferencia entre el modo en que el protagonista se ve a sí mismo y la realidad que poco a poco va mostrando, que incluye manías extravagantes, un pluriempleo singular y una opinión de sí mismo peculiar. La historia mejora sustancialmente pasada la mitad del libro, con algunas reflexiones brillantes al hilo de un asunto familiar que tiene poco que ver con la situación del indexador: el trágico final de una de sus hermanas, asesinada cuando él solo era un niño. En esta segunda mitad también se amplía la perspectiva de la historia, puesto que conocemos la mirada de la esposa; es esta parte, además, los desdibujados secundarios que aparecen al principio se esfuman sin que se les eche de menos, con una sola excepción que parece estar en la historia solo para que pase algo entre el principio y el final.

     Una lectura que, tras ese comienzo titubeante, deja una buena impresión. No es poco, pero tampoco mucho.



  

jueves, 5 de abril de 2018

Incendio – Tess Gerritsen




     Los libros escritos para ser best seller cumplen la idea, básica en publicidad, de que cuanto más numeroso sea el público a alcanzar, más básico debe ser el mensaje. Son historias claras, sin dificultades de comprensión porque no requieren interpretación ni tienen simbolismo alguno; tampoco tienen estructuras complejas, ni lenguaje elaborado y rara vez recurren a ciertas figuras; también dejan poco a la aportación del lector: se lo dan todo masticadito para que se entretenga, y buscan atrapar su interés con una sucesión de interrogantes, o con alguno bien grande. Pero esto no quiere decir que cualquiera pueda escribir un best seller: en su técnica, como en todo, también puede buscarse la excelencia. Por tanto, algo tendrán los autores –si quiera sea un extraordinario dominio de esta técnica- cuando, como Tess Gerritsen, pueden presumir de haber vendido más de treinta millones de ejemplares.

     Eso es lo que pensé cuando por casualidad cayó en mis manos Incendio, una novela que cuenta el misterio de una composición «maldita», que parece enloquecer a quienes la escuchan. Descubierta en una tienda de antigüedades en Roma por una violinista norteamericana, la pieza cambia el comportamiento de su pequeña hija de tres años, hasta el punto de que la protagonista cree enloquecer y decide investigar el origen de la pieza para intentar hacer luz sobre el asunto. No hace falta esperar a que Julia, que así se llama la violinista, lo consiga, porque la autora se preocupa de que vayamos conociendo la historia de Lorenzo, que da comienzo en los años treinta del siglo XX. Ambas historias discurren en paralelo hasta llegar a un final en el que el deseo de desenmarañar todo hace la lectura más rápida y fluida.

     Incendio es una más que entretenida novela de intriga y  en la que, además, muchos lectores acabarán sabiendo algo –qué clara es la nota al final del libro- sobre la suerte de los judíos en la Italia fascista, una historia trágica compartida con los judíos de otros países europeos, pero para muchas personas desconocida porque en Italia el exterminio no alcanzó cotas porcentualmente tan elevadas.

     Así como la historia de Julia limita su aliciente al planteamiento del misterio de la pieza musical, a que es ella la llamada a desentrañarlo y a saber si logrará conservar un mínimo equilibrio mental, la historia de Lorenzo –que en el fondo es una historia de amor- parece especialmente respetuosa con las circunstancias históricas que la rodean, aunque psicológicamente es de una superficialidad tan abrumadora como expeditivo es el final en algunos puntos. Un final bonito y propenso a la lágrima fácil.

     Una novela entretenida, buena para pasar unas pocas horas. Volviendo al principio, «técnica best seller»... correctamente aplicada.